[ Pobierz całość w formacie PDF ]

estuviera explicando la escena de una película-. ¿Habían pensado alguna vez lo mucho
que ha desaparecido la profesión de la lucha desde la Explosión? Ahora, los únicos
hombres organizados para luchar se encuentran ahí afuera -e indicó con un gesto hacia
los Marginados, aunque nadie se dio cuenta de su movimiento.
Todos estaban observando la escena con la incrédula ansiedad de los hombres
reprimidos, a medida que los Marginados trataban profesionalmente a la multitud, que
estaba convirtiéndose ahora en una chusma desorganizada, con tanta rapidez como el
innombrable y poderoso espíritu que la había convertido en una muchedumbre
enfervorizada, y que ahora moría misteriosamente en ellos.
Todo lo que se necesitó fue una fuerza y una confianza superiores... la amenaza de las
armas en manos mucho más acostumbradas a manejarlas. Durante cuatro generaciones,
estas personas habían sido gentes de ciudad cuyos antepasados ya no sabían lo que
significaba la guerra. Durante cuatro generaciones, los marginados habían conseguido
sobrevivir gracias a su conocimiento de las artes de la guerra, tanto en el bosque como
contra la humanidad.
De un modo profesional, los Marginados fueron rodeando y dominando a la multitud.
-Eso no resuelve nada -dijo Burkhalter al final, volviéndose y apartándose de la
ventana.
Entonces, dejó de hablar, y, a través de su mente, envió pensamientos rapidos, de
modo que los no telépatas no le pudieran escuchar. ¿No tenemos que mantenerlos a
todos tranquilos? ¿Aún tenemos que decidir sobre la cuestion de... matarlos a todos?
Hemos salvado nuestros cuellos, sí..., pero ¿qué hay del resto del mundo?
Hobson sonrió con una mueca que parecía malvada en su rostro rechoncho. Habló en
voz alta, para que le oyera todo el mundo en la habitación.
-Prepárense -dijo-. Abandonamos el hospital. Todos nosotros. El personal no Calvo
también.
Heath, sudoroso y fatigado, contuvo la respiración.
-Un momento. Sé que es usted el jefe, pero... ¡no voy a dejar a mis pacientes!
-También nos los llevamos -dijo Hobson.
Su voz sonaba llena de confianza, aunque no era eso lo que expresaban sus ojos.
Estaba mirando a Burkhalter. Aún tenía que resolver el último y más difícil problema.
El pensamiento del Cody llegó a la mente de Hobson. Todo está listo.
¿Dispones de suficientes Marginados?
Cuatro tribus. Estaban todas cerca del Fraser Run. La nueva instalación del consulado
les había hecho descender desde el norte. Curiosidad.
Informa al grupo.
Esparcidos por todo el continente, los Mudos escuchaban. Hemos limpiado Sequoia.
No hay muertos. Unos cuantos han tenido que ser apaleados, pero todos pueden
viajar.(Un pensamiento de irónica diversión). Vuestras gentes de la ciudad no son
luchadores.
¿Preparados para la marcha?
Preparados. Están todos juntos, hombres, mujeres y niños en el valle del norte. Umpire
Vine está a cargo de ese sector.
Comenzad la marcha. ¿Algún problema con los paranoides?
Ninguno. Aún no se han dado cuenta de nada. Están todavía en el pueblo, todos
juntos, esperando. Sin embargo, tenemos que movernos con rapidez. Si tratan de salir de
Sequoia, mis hombres matarán. Se produjo una pequeña pausa y después... La marcha
ha empezado.
Bien. Vendad los ojos si es necesario.
No hay estrellas bajo tierra, dijo el pensamiento del Cody con severidad.
No debe morir ningun no Calvo. Recordad, esa es una cuestión de honor. Puede que
nuestra solución no sea la mejor, pero...
No morirá ninguno.
Estamos evacuando el hospital. ¿Está preparado Mattoon?
Preparado. Evacuad.
Burkhalter se pasó una mano por la barbilla.
-¿Qué ha ocurrido? -preguntó espesamente, mirando a su alrededor, entre la
oscuridad de los pinos.
Una sombra se movió por entre los árboles.
-Estamos preparando a los pacientes para su transporte... ¿Recuerda? Fue usted
golpeado. Ese momento de violencia.
-Ya recuerdo -Burkhalter se sentía avergonzado-. Tendría que haber vigilado más de
cerca su mente. No puede. No estaba pensando... -se estremeció ligeramente y después
se incorporó-. ¿Dónde estamos?
-A unos cuantos kilómetros al norte de Sequoia.
-Me siento la cabeza muy rara.
Burkhalter se arregló bien la peluca. Se apoyó contra un árbol, se levantó y parpadeó.
Al cabo de un momento había conseguido orientarse. Aquello debía de ser el Monte
Nichols, el pico más alto de entre los que rodeaban Sequoia. Bastante lejos de donde se
encontraban, más allá de las cimas más bajas que impedían la visión, observó un
resplandor distante de luz que era el pueblo. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • szopcia.htw.pl